20 de diciembre de 2011

La enredada historia de 'Bodegas Gallegas' (1)

En otra entrada he contado la historia de una de las firmas pioneras de la vinicultura gallega, Vinícola Gallega, creada en 1891 en Vigo. Ahora toca contar la de otra empresa dedicada a la elaboración de vinos de calidad que llegó a ser muy conocida y de vida prolongada, Bodegas Gallegas, fundada en un pequeño lugar llamado Os Peares.

Acá tenemos su anuncio más famoso, con los galleguiños bailando y alzando dos botellas, una con vino blanco Brillante y otra con vino tinto Tres Ríos. Y con su lista de vendedores en Latinoamérica y Filipinas.

1914

Y debo adelantar que la de Bodegas Gallegas es una historia bastante enredada, tan enredada como la del pueblo que la vio nacer. En Os Peares confluyen tres ríos, los dos más largos de Galicia (el Miño y el Sil) y otro corto (el río Búbal), y su nombre procede del término gallego ‘peares’, por las piedras [pilares] que se ponían en los ríos para cruzar a pie cuando ... la corriente no era muy alta. Tiempos antiguos.

Abajo tenemos un mapa que nos muestra su ubicación, entre Monforte de Lemos y Ourense, justo donde se unen el Miño y el Sil, y justo también al lado de una zona famosa por sus vinos desde la época de los romanos, hace casi dos mil años: Amandi.

Mapa del entorno de Os Peares, donde se unen los tres ríos (Miño, Sil y Búbal)

Un lugar pequeño pero emplazado en un punto estratégico de las comunicaciones entre el sur de la provincia de Lugo y la Galicia costera gracias a sus dos puentes: el del ferrocarril y el de la carretera. Por Peares discurría la ruta más corta para salvar la barrera que formaban los ríos Miño y Sil y conducir productos o personas hacia Ourense y Vigo desde el sur lucense o desde el resto de España. Y viceversa, era el punto más apropiado para que pasasen viajeros y mercancías desde el suroeste de Galicia hacia el interior. Una auténtica encrucijada.

La foto aérea siguiente nos muestra ambos puentes; al fondo el embalse, inaugurado en 1955.

Os Peares, vista aérea (1980, aproximadamente)
No debe extrañarnos, pues, que Os Peares fuese escogido por sus facilidades de transporte y por su proximidad a comarcas vitícolas para establecer una empresa dedicada a embotellar los vinos de la zona, una empresa fundada en 1908 con el nombre de Bodegas Gallegas.

De sus tres fundadores, el más relevante fue una casa bancaria de Ourense, Pedro Romero y Hermanos, el socio capitalista. Y digo que era el socio más importante porque una cosa era tener viñedos, fabricar vino y venderlo a los traficantes a granel, como hacían muchos paisanos; y otra muy distinta era embotellarlo, darle marca comercial y colocarlo en las mejores mesas de las ciudades gallegas, de Madrid y de los emigrantes gallegos en América.

Para esto era preciso disponer de capital, y capital no le faltaba al banco de los Romero. Acá podemos leer un breve reportaje de 1909 sobre las actividades de la empresa bancaria.


Para saber de los orígenes y los negocios de los Romero contamos con un libro escrito por Luis Rivas Villanueva, Os banqueiros ourensáns na Restauración (1990), en cuya portada se reproduce una ilustración de la sede de Banca Romero en Ourense.


Y también disponemos de una historia ampliada de la Banca Romero en un exhaustivo trabajo publicado en 2003 por Alfonso García López, La actividad bancaria en Galicia. Desde el Catastro del Marqués de la Ensenada a la ley Cambó (Editorial Lex Nova). Veamos que nos dice este autor acerca del origen del banco ‘Pedro Romero y Hermanos’:

El fundador de esta casa, Pedro Romero Muelas, nació en 1833 en Cional-Puebla de Sanabria (Zamora) y contrajo matrimonio con Baltasara Cid Nieto, hermana de Gregorio Cid Nieto, fundador de la Banca Cid de Verín, que tenía el mismo origen de Cional. Años más tarde contraería segundas nupcias con Adelaida Cambón Fraga, de Orense. (...) [Era] un comerciante-banquero, que inicialmente desarrolló su actividad en Puebla de Trives y años más tarde se trasladó a Orense, donde falleció en 1904”. (García López 2003: p.410)

Que los Romero de Cional eran comerciantes de antiguo lo comprobamos en el Catastro de Ensenada, de mediados del siglo XVIII; en un pequeño pueblo de 75 vecinos como era entonces Cional, resulta que varios Romero figuraban como ‘traficantes o trajineros’, como pequeños comerciantes:

Ay seis traficantes o trajineros, uno llamado Juan Alonso a quien de utilidad le rregulan 120 reales al año; otro Alonso Romero y a este de utilidad 80 reales; otro Juan Romero, su utilidad 70 reales; otro Balthasar Romero, y de utilidad a este 60 reales; otro Domingo Cid, y su utilidad 50 reales; y el otro Bartolomé Alonso a quien le rregulan de utilidad 65 reales”.


Cional (Zamora), Catastro de Ensenada (1752)

Tres Romero y un Cid estaban entre los seis comerciantes del pueblo, todos pequeños si atendemos a las cifras de beneficio que les asignan los peritos del Catastro. Lo curioso es que los Romero no fueron los únicos naturales de Cional y de la localidad próxima de Villardeciervos que acabaron estableciéndose como comerciantes-banqueros en la provincia de Ourense, y que se dedicaban al mismo oficio: la venta de textiles de lana de Castilla.

Tenemos así que Andrés de Muelas, tío de nuestros Romero banqueros, era comerciante ‘ambulante en la venta de tejidos de lana’ a mediados del XIX, y que el fundador de la Banca Cid (Verín), Gregorio Cid Nieto, ‘llega a Verín en torno a 1845 en un modesto carromato, como vendedor ambulante de paños de Béjar y allí conoce a Carolina Oterino [...], hija de Juan Oterino (Villardeciervos-Zamora)’. Otro de los pequeños banqueros ourensanos, Manuel Pereiro Rey, estaba casado con una Avelina Romero que era originaria asimismo de Villardeciervos. Estamos, en definitiva, ante los lazos de procedencia y parentesco típicos de numerosas dinastías de empresarios.

En el siguiente mapa podemos ver que Cional y Villardeciervos se hallaban en la ruta que comunicaba el sur de Galicia con Castilla, cerca de la frontera entre Ourense y Zamora y muy próximas a Portugal. Están justo al norte de la Sierra de la Culebra, abajo a la derecha.

Mapa parcial de la provincia de Zamora, con Cional y Villardeciervos

El caso es que, tras la muerte del fundador Pedro Romero Muelas (1904), en 1907 se constituye en Ourense la firma Pedro Romero y Hermanos y ésta promueve al año siguiente la sociedad Bodegas Gallegas. La historia inicial de la nueva empresa vitivinícola era narrada en un reportaje de 1913 firmado por El Duende de los Viajes.

1913
En el reportaje se señala que la empresa unió a tres personajes complementarios: a Vicente Randulfe, conocedor de la comarca y cuya estancia como emigrante en Cuba le había hecho ver lo bien que iban en la isla caribeña las ventas de vinos gallegos de calidad; a un enólogo procedente de La Rioja, Victoriano Rubio, que había recalado en Galicia después de años de aprender el oficio en Burdeos y en su tierra natal; y a la citada casa de banca ourensana Pedro Romero y Hermanos.

En el mismo reportaje nos ofrecen fotos de sus instalaciones, de sus fundadores  y de sus operarios.

1913

El modelo de negocio de la nueva empresa era semejante al que ya habían seguido otras firmas como la citada Vitícola Gallega o la Finca Fillaboa. Vinos embotellados, marcas registradas, coupage, orientación al consumidor gallego en América y Madrid, presentación de sus caldos a concursos para obtener prestigio, y ... publicidad.

La firma registró sus marcas.




Y también presentó sus vinos a diferentes exposiciones. En primer lugar a la Exposición Regional de Santiago, celebrada en 1909. Luego a las de Valencia y Buenos Aires de 1910, y al año siguiente a la de San Juan de Puerto Rico. También acudió a la de Londres de 1912. En todas ellas, Medalla de Oro.

El mercado de los gallegos en Latinoamérica era uno de sus principales objetivos, pero no el único. Ya en 1913 encontramos pequeños anuncios en la prensa madrileña propagando las bondades de sus vinos. Acá tenemos varios ejemplos, de 1913 y 1914.

Señores candidatos.
Si quieren ustedes tener buena elección obsequien a sus electores con los exquisitos vinos de las Bodegas Gallegas de Pedro Romero y Hermanos: Los Peares, Orense, Tinto Tres Ríos y Blanco Brillante. En todos los restoranes y hoteles y en El Sanatorio, Cruz, 21.

Contra el alcoholismo.
Los únicos vinos que recomienda la Higiene son los exquisitos de las Bodegas Gallegas de Pedro Romero Hermanos.

En Nochebuena,
Todo el mundo bebió los selectos vinos de las Bodegas Gallegas de Pedro Romero y Hermanos.

¿Usted qué quiere?
¿Buen vino?. No hay otros que los selectos de las Bodegas Gallegas de Pedro Romero y Hermanos.

Aquí otro anuncio, pero en verso.


Y un anuncio más, este de agosto de 1915, en plena 1ª Guerra Mundial.

Recuento de cascos.
¿Cuántos cascos habrá en el ejército alemán?. No tantos como los que sirven de envase a los vinos de las Bodegas Gallegas de Los Peares (Orense).

Durante la 1ª Guerra Mundial cabe pensar que las ventas de la firma se multiplicaron, tanto en España como en el extranjero, dado que los principales productores europeos de vinos estaban enredados en el conflicto bélico. Ante la escasez de buenos vinos franceses, seguro que los vinos de calidad de Bodegas Gallegas encontraron una creciente aceptación, y no es de extrañar que la empresa se esforzase en recalcar el 'exquisito bouquet', la fragancia, la transparencia, la finura y la pureza de sus caldos.

1916

En la siguiente ilustración se ve bien claro que eran vinos dirigidos a consumidores digamos ‘sofisticados’. Vinos de mesa, como se decía entonces, embotellados para ser servidos cómodamente a alguien sentado, para distinguirlos de los que se consumían en romerías o en tabernas, de pie, bebidos a morro de una bota o en cuencos botados de una jarra con vino procedente del barril.


Por eso era importante, para estas firmas que vendían vinos de calidad, luchar contra los fraudes y la publicidad engañosa. Todavía no existían las 'denominaciones de origen' para controlar la elaboración de vinos. Acá tenemos parte del texto de un aviso publicado por Bodegas Gallegas en un diario madrileño advirtiendo contra los imitadores. Es de 1916.

AVISO IMPORTANTE
Para que el distinguido público favorecedor de BODEGAS GALLEGAS (...) no sea sorprendido en su buena fe y deseo de gustar sus vinos con anuncios que, por la forma en que se publican, pueden confundirse con los de BODEGAS GALLEGAS y sus vinos, advertimos a nuestro gran público que los finos, delicados, puros y exquisitos vinos, exclusivamente de «LOS PEARES», de BODEGAS GALLEGAS, marca Tinto «Tres Ríos», Blanco «Brillante» y «Los Gallegos», solamente se sirven y venden en hoteles, cafés, bars, restaurantes, en las más importantes tiendas de comestibles y en «El Sanatorio», Cruz, 21, en botellas alambradas con la etiqueta de BODEGAS GALLEGAS, PEARES, Orense, España, Cosecheros Pedro Romero y Hermanos. Pedidlos en todas partes.
OTRA ADVERTENCIA. --- Estos vinos no se expenden en ninguna panadería.

Las ventas de Bodegas Gallegas iban, seguramente, viento en popa. Y no fue la única firma vitícola financiada por banqueros. Con anterioridad, a finales del siglo XIX, Manuel Bárcena y Franco, importante empresario vigués con negocios bancarios, había adquirido una propiedad en Salvaterra, con pazo y tierras, y en ella había creado una explotación vitivinícola -Finca Fillaboa- que no tardó en alcanzar gran prestigio.

Otra casa bancaria, de Ourense capital, fundada por Juan Fuentes Pérez, estableció en torno a 1914 bodega en Ervedelo para envasar vinos de la comarca de Arnoia. Vemos en primer lugar el registro de la marca.

1914

Y acá dos anuncios, uno pequeño y el otro más grande.


1916
1915


También se introdujo en el negocio de los vinos, años después, otro banquero vigués, Manuel Jáudenes Bárcena, sobrino del fundador de Fillaboa. Su suegra Amalia “procedía de Maside en la provincia de Ourense y tenían propiedades en Santa Cruz de Arrabaldo [donde] Manuel Jáudenes Bárcena desarrolló su afición por el cultivo de la vid, después de traer cepas del Rhin y Burdeos, y elaboraba un vino afamado, de calidad, que embotellaba y vendía en locales de lujo” (García López 2003, p.335).

1919
Una pequeña fiebre de banqueros bodegueros. La trayectoria de Bodegas Gallegas se complicará, sin embargo, en poco tiempo. Algo que veremos en la segunda parte de esta historia.

25 de noviembre de 2011

AgroLance. Nenos

Nenos del campo (1955)

Neno del mar



Nenos emigrantes (1920)
Neno con vacas (1950)

20 de noviembre de 2011

La tortilla, de 'artículo de lujo' a plato popular

Las típicas tortillas de maíz de América central fueron y son un plato popular, un alimento básico. Nuestras tortillas elaboradas con huevos, a la francesa o a la española, también son desde hace décadas un plato popular, al alcance de la mayoría, pero antes eran casi un artículo de lujo, como veremos más abajo.

Ignoro por qué se apellida francesa la tortilla de huevos batidos, sencilla. Tiene que ser una preparación muy antigua y es desde luego muy rápida: un poco de grasa en la sartén y voilà. La tortilla de patatas es más reciente, más laboriosa y ... la mitad de barata hace 100 años que la francesa. Es muy común llamarle tortilla española porque fue en España donde tuvo una más rápida difusión. ¿Por qué en España?.

Voy a ensayar una explicación razonable basada en comparar, para distintos países europeos, la disponibilidad de sus tres ingredientes básicos: huevos, patatas y aceite. Hay algo que está claro: si la tortilla de patatas no la inventaron los franceses, o los alemanes, o los daneses ... no fue por falta de huevos. Gallinas había en todas partes.

Tampoco por falta de patatas, un tubérculo procedente de América cuyo cultivo en el Viejo Mundo se inició en las Islas Canarias, por las décadas finales del siglo XVI. Y ahí están, las sabrosas papas canarias, muy ricas. En el siglo XVII se fueron difundiendo, en el XVIII ya las cultivaban gran parte de los campesinos europeos, y en el siglo XIX las patatas pasaron a ser cosecha importante en numerosas regiones de Europa.

El éxito de la patata se debió, entre otras razones, a que es una planta que se adapta muy bien a suelos pobres y a territorios con clima poco favorable para el cultivo de cereales. Se debió, asimismo, a que requería bastante menos tierra que cualquier cereal para obtener una cantidad equivalente de alimento, de hidratos de carbono. Es decir, si plantando trigo o centeno en una hectárea se conseguía el alimento necesario para una familia -supongamos-, plantando patatas se alimentaban dos o tres familias. La patata tenía una producción por unidad de superficie claramente superior. Por eso los campesinos más pobres, con pocas tierras, fueron los que más la cultivaron.

De modo que tampoco podemos atribuir a la falta de patatas el hecho de que la tortilla española no naciese en Irlanda, el país más patatero del siglo XIX, o en otros lugares.

Nos queda, pues, el último ingrediente, el aceite, casi imprescindible para freír las patatas. Antes de que se obtuviesen aceites procedentes del girasol, de la soja o del maíz, las zonas productoras de aceite de oliva eran las mejor posicionadas para inventar nuestra tortilla. Así que lo lógico es que el hábito de prepararla surgiese en un país mediterráneo, con olivos, aceitunas y aceite: España, Italia, Portugal, Grecia.

En el siguiente cuadro se observa muy bien la preferencia por dicho aceite de los mediterráneos y de los emigrantes en Latinoamérica, muchos del sur de Europa. Procede de un artículo de Ramón i Muñoz publicado en 2005 y titulado "La producción y el comercio de aceite de oliva en los países del Mediterráneo (1850-1938)".

Datos  de consumo de aceite de oliva del quinquenio 1924-28 (media anual)


En el resto de Europa, al norte, sin olivos, las grasas animales eran las más empleadas en la cocina, como por ejemplo la mantequilla. Pero la mantequilla no sirve para obtener patatas fritas porque, según nos explica Harold McGee en La cocina y los alimentos (2007), la mantequilla empieza a humear por debajo de los 150 grados centígrados, mientras que para una buena fritura es preciso llegar a los 180-190 grados y tal temperatura solo se alcanza con aceites vegetales. La alternativa sería freir las patatas en manteca de cerdo, pero no sé yo con qué resultado, imagino que tendrían un sabor demasiado fuerte.

En definitiva, toda una serie de regiones españolas reunían condiciones para elaborar el plato, singularmente aquellas con muchos pequeños campesinos que poseían gallinero, que cosechaban patatas, y que estaban habituados al sabor del aceite de oliva y podían obtenerlo con cierta facilidad.

Suele citarse un documento navarro de 1817 como el primero que registra la elaboración de la tortilla de patatas. Es un texto dirigido a las Cortes españolas que expone las malas condiciones de vida de los campesinos y que atribuye el uso de la patata como ingrediente de la tortilla al deseo de llenar el estómago usando el menor número posible de huevos. Una buena pista.

1817
El texto, titulado Memorial de Ratonera, decía que a mediodía sólo los más ricos tomaban “un huevo, en tortilla”, y que por lo general la población solía cenar “sopas de ajo (si hay pan), o cuatro hojas de berzas verdes bailando en agua”, con “torta de maíz que te crió, dichosos los que tienen pan”, o bien “dos o tres huevos en tortilla para cinco o seis [personas], porque nuestras mujeres la saben hacer grande y gorda con pocos huevos, mezclando patatas, ...”. Abajo otra breve información sobre el asunto.

Almodóvar, M.A. (2007), Distribución y Consumo, nº 161

Como puede suponer el lector, el hecho de que un escrito referido a Navarra registre la elaboración de tortillas de patatas no significa que el invento sea navarro. Es que en realidad ... ¡no hay invento!. Simplemente, poco a poco, como antes señalé, los que disponían de huevos, patatas y aceite se fueron animando a hacer la mezcla y la receta se fue extendiendo.

La tortilla española no tuvo un momento “Eureka, la descubrí”, protagonizado por un cocinero concreto y en una fecha específica, tal como la tradición dice que sucedió con la pizza Margarita, o como efectivamente aconteció con la ensalada César. O como por ejemplo sucede con la 'sopa de pan con yema de huevo' de Ferrán Adriá, cocina de autor en estado puro.

Sopa de pan con yema de huevo (Ferrán Adriá)


No fue un plato de autor, de alguien que lo diseña y acaba teniendo aceptación gracias a sus virtudes gastronómicas y a los medios de comunicación. Este proceso de creación y popularización de recetas es relativamente reciente.

La tortilla de patatas fue de autoría difusa, como tantas otras recetas, surgida desde abajo, desde los fogones domésticos, y resultó ser España el país donde alcanzó mayor difusión.

Su origen español es, pues, una tesis razonable, basada en la disponibilidad y en el hábito de consumo del aceite de oliva. En el caso de Galicia, es bien sabido que no faltaban huevos y se obtenían muchas y buenas patatas pero ... la producción local de aceite de oliva era mínima. ¿Fue esto un obstáculo?. En absoluto, porque se traía aceite de las regiones olivareras españolas y el paladar gallego estaba bien habituado al mismo; pensemos, sino, en uno de nuestros platos estrella, el pulpo á feira, con aceite de oliva y pimentón.

Por cierto, ¿sabría igual una tortilla española hace 100 años que ahora?. No exactamente, y no tanto por el sabor del huevo como por el de las patatas –variedades distintas a las actuales- y sobre todo por el sabor del aceite, de mayor acidez que los hoy disponibles.

Zambrana, J.F.  (1985), "El olivar español, 1870-1930", en Historia Agraria de la España contemporánea II.

Una prueba de ello la tenemos en la siguiente anotación contable de un conservero, Manuel Martínez Sieira (Ribeira), que registra la adquisición a una firma sevillana de aceite de oliva 'desodorizado neutro' para enlatar sardinas. El aceite 'normal' tenía un sabor demasiado intenso, era demasiado ácido.

1909 Archivo Conservas Lou -- Castiñeiras (Ribeira)






En cualquier caso, nuestra tortilla se incluía en los menús de la Casa Real española, y cabe imaginar que la elaborarían con los más finos aceites. Acá podemos ver la noticia de cuando el Palacio Real ofreció por primera vez –año 1906- su lista de comidas en lengua castellana y se comprueba que la tortilla española figuraba entre los platos del almuerzo.


Recuerdo que al repasar por primera vez este Real Menú quedé desconcertado, hasta alarmado: ¿estaban locos en el Palacio Real?; ¿cómo ponen para almorzar lenguados fritos, vaca estofada y pollos asados?. Y luego ofrecen para la Comida croquetas, merluza, ternera y otra vez pollos asados. ¿Acaso eran unos enchedoiros los miembros de la familia real?.

Pues resulta que no, que todo se reduce a una confusión terminológica. Me dejé llevar por los términos que me resultan más familiares e interpreté que Comida era la de mediodía y que por tanto Almuerzo tendría que ser la anterior, el desayuno. La explicación del entuerto está en que al trasladar el menú del habitual francés al castellano se tradujo Déjeuner –la comida de mediodía en francés- por Almuerzo, y se eligió la palabra Comida para traducir Dîner, cena en francés. Acabaramos. Así sí. Así ya queda claro que en la lista no iba incluido el desayuno, el Petit-Déjeuner.

Vayamos ahora al asunto económico. ¿Tiene sentido afirmar que hace un siglo nuestra hoy popular tortilla de patatas era un artículo de lujo?. Pues, con ciertos matices, sí. Veamos por qué.

Entremos en la primera receta de tortilla de patatas que he obtenido en Google. Para tres personas nos propone que usemos 4 huevos, medio kilo de patatas, y un cuarto de litro de aceite. No mucho, la verdad, para tres, pero bueno. Vengo de un supermercado en Santiago. Las patatas están unas a 75 céntimos/kilo y otras a 60 céntimos; los huevos medianos –de 53 a 63 gramos por unidad- a 1 euro la docena; y el aceite de oliva normal a 2’5 euros el litro. Redondeando tenemos que un kilo de huevos cuesta 1’5 euros y un kilo de aceite 2’7 euros –un litro pesa aproximadamente 918 gramos-. Asignemos al kilo de patatas un precio aproximado de 70 céntimos kilo.

Abajo, al final, he colocado mis cálculos, y dan como resultado que los ingredientes necesarios para elaborar una tortilla para tres personas cuestan aproximadamente 1,3 €. Dado que el salario mínimo para 2011 ha sido fijado en 21,4 € por día (BOE 31-12-2010), equivalentes a 641 € al mes, los trabajadores españoles que perciben dicho salario mínimo tendrían que gastar en la tortilla el 6 % de su ingreso diario, y los mileuristas el 4 %.

Veamos qué pasaba hace aproximadamente cien años. En 1913 la misma tortilla salía por 66 céntimos de peseta; el cálculo está más abajo, y se basa en precios al por mayor, lo que quiere decir que en realidad, para el consumidor final, el coste era superior. ¿Cuánto suponía esta cantidad de dinero para un trabajador?. Para aquel año, en las Estadísticas Históricas de España se atribuye un jornal diario a los trabajadores agrícolas españoles –que eran mayoría- de entre 1’3 y 1’8 pesetas, según las regiones.

Así que nuestra tortilla de patatas les suponía gastar entre un 37 y un 50 % de sus ingresos diarios. Si sustituyesen el medio kilo de patatas por otro tanto de huevos para tomar tortilla francesa o huevos fritos el coste sería de 1,5 ptas y ... adiós jornal. Comer tortilla estaba fuera del alcance de muchos. Por eso he forzado un poco el lenguaje llamando ‘artículo de lujo’ a lo que no era más que un plato relativamente caro.


Podemos comprobar lo mismo aunque sin tanta precisión, más a ojo, examinando las cartas de dos restaurantes gallegos en el período que estamos estudiando. Y de paso nos hacemos una idea del tipo de platos que ofrecían a sus clientes.

Nuestro primer caso es el del restaurante La Fama, ubicado en los bajos del Café Colón de Vigo. Son dos anuncios de 1911, y en ambos La Fama recalcaba que era la única casa de comidas viguesa que disponía de menú a la carta, toda una novedad porque lo habitual eran los menús del día.

1911
1911

Fijémonos en los precios de los huevos y de las tortillas. En la primera carta la tortilla de patatas cuesta 60 céntimos, más que un plato de percebes o camarones (50 céntimos), y lo mismo que uno de bacalao a la vizcaína. La segunda carta es más amplia, pero no cambia la relación entre el precio de una tortilla de patatas y el de otros platos que hoy sabemos son mucho más caros. Unos huevos con jamón costaban lo mismo -1 peseta- que la langosta a la vinagreta, por citar un ejemplo.

Ahora hagamos el mismo ejercicio comparativo con la carta del Hotel Mezquita, en pleno puerto de Vilagarcía, año 1930.

1930

Estamos en 1930 y han pasado veinte años desde los menús del restaurante La Fama de Vigo, fechados en 1911. Los precios han subido y la tortilla de patatas cuesta 90 céntimos, pero los precios relativos no han casi variado. Pedir tortilla española en el restaurante del Hotel La Mezquita de Vilagarcía suponía pagar 10 céntimos más que pedir un bistek a la plancha o un rape a la portuguesa, y costaba lo mismo que la merluza a la española.

El Hotel había sido arrendado en 1930 por Feliciano García, y sus fogones estaban ‘a cargo de un competentísimo cocinero, procedente de los mejores Hoteles de Madrid, Barcelona, San Sebastián y por último en el [Hotel] Compostela, de Santiago.



La clave del ‘alto precio’ de las tortillas estaba en el coste de dos de sus ingredientes: el aceite y los huevos. Pongámonos en Galicia, a mediados del siglo XIX. El aceite de oliva llegaba por barco procedente del sur de España y desde los puertos gallegos había que llevarlo a los centros de consumo, a villas y aldeas. Los gastos de transporte encarecían el producto, y no era posible conseguir aceites de otra naturaleza, de soja o de girasol. Cocer los alimentos resultaba mucho más barato que freírlos.

¿Qué pasaba con los huevos?. Bueno, muy pocos eran los hogares campesinos que carecían de un equipo de gallináceas: las once jugadoras de campo con su correspondiente capo de corral. Pero también era bien conocido el refrán que rezaba 'ave de pico no hace al amo rico'. ¿Por qué?. Pues porque como sucede con todo el ganado, tenemos que cultivar tierras para alimentarlo. Si el labrador daba cereal a sus gallinas, estaba renunciando a convertirlo en pan para él mismo o en forraje para el cerdo o el ganado vacuno. Sólo tenía sentido mantener gallinas si se alimentaban con las sobras y con lo que picoteaban aquí y allá.

Y las gallinas de principios del siglo XX eran mucho menos productivas que las actuales. Lo habitual era obtener 60 huevos por gallina al año, y además su puesta se concentraba en el primer semestre del año. "Xaneiro, oveiro", dice otro refrán [Enero, huevero]. Con once gallinas -supongamos- un campesino obtenía 660 huevos al año, una docena a la semana. Y una parte de ellos se destinaba a elaborar dulces, o ... a ofrendas a la Iglesia. No daba para grandes festines tortilleros.

Si desde hace medio siglo los huevos y la carne de pollo son asequibles es gracias a lo mucho que se han abaratado los piensos, más baratos que antes porque también lo son los cereales o las harinas de pescado con que se elaboran. También porque las variedades actuales de gallinas están seleccionadas para dar la mayor cantidad posible de huevos o carne por cada kilo de pienso consumido. Y porque no se mueven ni pasan frío, quietas y calientes en las granjas, al abrigo de los raposos.

En el siguiente cuadro podemos ver los precios que tenían nuestros tres ingredientes hace aproximadamente 100 años y en la actualidad. Los precios en euros corresponden, lógicamente, al año 2011.

Elaboración propia

Fijémonos en las dos columnas coloreadas. Muestran cuanto más caros eran y son el aceite de oliva y los huevos respecto a las patatas. En 1913 el kilo de aceite costaba 12 veces más que uno de patatas, y el de huevos 16 veces más. En 1925 cambiaron algo las cosas, pero los huevos siguen siendo 14 veces más caros.

En 2011, por el contrario, un kilo de huevos cuesta sólo el doble que uno de patatas, y el aceite de oliva cuatro veces más. Pero, como es sabido, hace tiempo que podemos hacer tortillas con aceites vegetales mucho más baratos que el de oliva, aceites de girasol, soja o maíz cuyo precio es menos de la mitad del que tiene el oro verde.

La conclusión final está clara. La tortilla de patatas había nacido por la necesidad de ahorrar huevos, y aún así era un alimento relativamente caro, casi de lujo sobre todo para los que carecían de gallinero. El abaratamiento de los huevos la ha convertido en un plato auténticamente popular.

LOS CÁLCULOS

En los cálculos necesarios para esta historia ha sido necesario resolver dos pequeños problemas. Primero, pasar de litro de aceite a kilo. Fácil: resulta que un litro de aceite pesa 918 gramos. Segundo problema, convertir a kilos las docenas y cientos en que las estadísticas expresan los huevos. En este asunto he supuesto que el peso medio de un huevo era de 55 gramos, lo que significa que a una docena le he atribuido un peso de 660 gramos y a un ciento 5,5 kilos.

Con estos supuestos, he recurrido a las Estadísticas Históricas de España (Fundación BBVA 2005) para conocer los precios de patatas, aceite y huevos a principios del siglo XX. Aquí tenemos una parte de los datos originales. Hay que advertir que se trata de precios al por mayor, lo que significa que el consumidor final tenía que pagar bastante más.

En 1913 un quintal métrico de patatas costaba 11 pesetas, el de aceite de oliva casi 131 y el ciento de huevos algo más de 10 pesetas. Como un quintal métrico son 100 kilos, el kilo de aceite salía a 1,3 pesetas y el de patatas a casi doce veces menos, 11 céntimos. El lío lo tenemos con los huevos: ¿cuánto pesan 100 huevos?. Los expertos de principios del XX consideraban que 65 gramos era un tamaño deseable, por lo que cabe pensar que en la práctica su peso estuviese entre 50 y 60 gramos. Cien huevos debían de pesar, entonces, en torno a 5,5 kilos. Conclusión: el kilo de huevos salía por 1,8 ptas.

Por tanto, el coste de nuestra tortilla para tres personas en 1913 era: medio kilo de patatas 5'5 céntimos, cuarto kilo de huevos 45 céntimos y 1/8 de litro de aceite 15 céntimos; la receta indica que hay que usar 1/4 de litro de aceite, pero calculo que sólo la mitad queda incorporada a la mezcla. Total 65'5 céntimos. En caso de que fuese francesa, en vez de 5,5 céntimos de patatas serían 90 céntimos de huevos, y la tortilla pasaría a costar 1,5 ptas. Como señalé más arriba, el jornal diario de un trabajador agrícola.

Si hacemos el mismo cálculo para 1925, tras la inflación provocada por la 1ª Guerra Mundial (1914-18), el resultado sería el siguiente: 33 céntimos el kilo de patatas, 2,3 ptas el de aceite y 4,5 el de huevos (dado que un ciento -5,5 kilos- costaba 25 ptas). El coste de los ingredientes de la tortilla sería: patatas 16’5 céntimos, huevos 1’125 ptas y aceite 28,75 céntimos. Total: 1,58 ptas.

El salario medio del trabajador agrícola había subido a aproximadamente 5’5 pesetas diarias, por lo que el desembolso necesario para elaborar la tortilla rondaría el 30 % de su ingreso. Demasiado para una sencilla tortilla.