26 de marzo de 2011

Regalos de América al agro gallego

¿Cómo afectó a la agricultura gallega la relación establecida con América a partir del siglo XVI?. Pues de muy diversas maneras, pero la más importante fue sin duda la introducción de plantas procedentes del Nuevo Mundo que se aclimataron muy bien y que acabaron estando entre los cultivos más importantes de Galicia en los últimos dos siglos: el maíz y la patata.

Dos auténticos regalos de América aceptados prontamente: el maíz ya desde el siglo XVII en las Rías Bajas y la patata desde el siglo XVIII, en todas partes pero especialmente en las tierras del interior. El aluvión de hórreos construidos a partir del XVIII no tiene más explicación que la difusión del cultivo del maíz, un cereal con mayores rendimientos que los cereales de siempre, trigo, centeno, o mijo.

Con el tiempo, los agricultores comprobaron que por cada ferrado de maíz sembrado obtenían 15, 20 o 30 de cosecha, frente a los 4, 5 o 6 que conseguían plantando centeno, por poner un ejemplo. También se fueron habituando a consumir pan elaborado con harina de maíz mezclada con harina de centeno, el pan de broa, hoy casi una reliquia, porque donde esté el pan de trigo ... Y para curar y resguardar el maíz se levantaron tantos y tantos hórreos.

La patata encontró más resistencias. Su fruto es una raíz que se desarrolla bajo tierra y se veía por ello como algo ‘impuro’, como algo semejante a lo que se daba de comer a los animales. No se convertía en pan. Era más bien como las castañas, y de ahí que en Galicia se la llamase en sus primeros tiempos ‘castaña de Indias’. Los franceses prefirieron equipararla a la manzana, ‘pomme de terre’.

Pero, economía obliga, la patata también proporcionaba altos rendimientos, mucho más por hectárea que cualquier cereal. Y sólo había que pelarla y cocerla, no era necesario moler, amasar y hornear como pasaba con la harina de cereal hasta conseguir pan. Así que especialmente los labradores con menos tierras encontraron en la patata un sostén fundamental de su subsistencia, como muy bien sabemos por el caso irlandés.

Del Nuevo Mundo vinieron también otros ‘regalitos’ menos deseables, dos hongos y dos insectos capaces de volar. A mediados del siglo XIX arribaron el mildiu y el oidium provocando serios daños en los viñedos de toda Europa. Dos hongos que los viticultores tuvieron que combatir aplicando a sus cepas azufre y sulfato de cobre.

Luego, en los años 1880, le tocó el turno a la filoxera, con consecuencias devastadoras. De América fueron traidas cepas de vides americanas a Francia para, entre otras cosas, tratar de mejorar el rendimiento de las vides locales y con ellas viajó el insecto. Ningún tratamiento con productos químicos pudo ponerle coto, y la única solución fue arrancar todas las vides e injertar las variedades autóctonas, del Viejo Mundo, en cepas procedentes de América e inmunes al insecto. Un tremendo cambio, con grandes costes, que llevó a muchos viticultores gallegos a sustituir sus cepas tradicionales por otras que se consideraban más resistentes u ofrecían mayores rendimientos.

Nuestro cuarto visitante se ve ya poco, por los tratamientos que se aplican para neutralizarlo: el escarabajo de la patata, otro insecto volador. Lo del escarabajo es ya del siglo XX, y me viene al recuerdo una vieja historia que atribuía a aviones norteamericanos el lanzamiento de los fastidiosos bichos sobre los campos gallegos.

Un bulo que puede tener su fundamento en noticias como la aparecida en el diario El Pueblo Gallego en 1948, cuando la plaga estaba en su apogeo. Con lanzar al vuelo la imaginación sólo un poquito, la tesis del bombardeo ... quedaba abonada.
1948

En la llegada del escarabajo del Colorado al Viejo Mundo es cierto que hay una guerra de por medio pero es la 1ª Guerra Mundial. Un buque procedente de los Estados Unidos, no se sabe si con tropas o con víveres, arribó a Burdeos en 1917 y con él vino el escarabajo volador. Y a partir de ahí, frenar su expansión fue tan difícil como ponerle puertas al campo.

Poco a poco amplió su radio de acción y durante nuestra Guerra Civil se introdujo desde Francia por Navarra. Mal momento para tratar de controlar una plaga. Años después, en la década de los 1940, se instalaba en tierras de Galicia justo a tiempo para hacer daño a uno de los productos más demandados por la España hambrienta.

1950

Así que el labrador gallego fue regalado por América con el maíz y la patata, pero también sufrió lo suyo para sostener su producción de vino y de las propias patatas. Quedan en herencia un sinfín de hórreos y una práctica habitual e imprescindible: sulfatar las viñas y los patatales. Acá dejo la foto de un viejo sulfatador que más bien parece que anda tocando la gaita.

1925


No hay comentarios:

Publicar un comentario